sábado, 25 de diciembre de 2010

Insomnio

Todos duermen... excepto yo.

He estado tres horas intentando dormir. Son las tres de la mañana y estoy demasiado frustrado. He estado tres malditas horas intentando hipnotizarme para que los párpados me pesasen tanto que me llevasen hasta una oscuridad cegadora a la par que placentera. Todos duermen y escucho sus respiraciones gritándome ¡yo estoy durmiendo! ¡qué almohada más cómoda! ¡mi sueño es maravilloso! Joder... hasta el perro está roncando.

Me gusta dormir. Adoro dormir. Me gusta la sensación de bienestar después de ocho horas de sueño acogedor en una almohada que duele de lo cómoda que és. Adoro descansar entre sábanas que primero están frías y luego, poco a poco, se van calentando hasta encender una hoguera en la que mis pies fríos reposan de un largo día haciendo cosas. Me gusta dormir y despertar con una sonrisa, y con la sensación de haber tenido un sueño maravilloso pero que no recuerdo.

Pero hoy no. Hoy no puedo dormir. Mañana será como siempre. Mañana el día irá demasiado rápido para mí. Tendré que decidir mañana. Tomar decisiones, estúpidas seguramente, que mi mente no ha podido procesar como una persona descansada. Mañana el día será jodidamente tan blanco que me hará un daño terrible en los ojos hasta dejarme ciego y asqueado de ver cómo todos están sonriendo después de una larga charla con su colchón mientras yo, tirado en el suelo, cuento las gotas del gotelé que están mal puestas en una pared que escupe mierda por todos los lados. Ni siquiera sé si se escribe gotelé así. Mañana tendré el cerebro atrofiado por unas ojeras que me llegarán hasta la mandíbula congestionada por una infección nasal que no me dejará respirar.

Pero me da igual porque hoy no puedo dormir. Hoy no. Y hace días tampoco. Hoy estoy asqueado y cabreado porque ayer sí pude dormir. Hoy odio mi cuerpo y mi cerebro, que no me lleva de viaje por un universo de posibilidades que es un sueño.

Hace días que me quedaba con los ojos abiertos mirando al techo inundándome de recuerdos del día, del día anterior, de cualquier día. Hace días tenía un insomnio tal que no soportaba nada, ni siquiera el ruido de las teclas de un ordenador escribiendo. Hacía semanas que sólo dormía una o dos horas cuando entraba en coma después de mantenerme veinte minutos enteros sin pestañear con tal de despertar ese instinto animal de cerrar los ojos. Pero ayer... ayer dormí ocho maravillosas horas.

Ni pastillas ni mierda. Tan sólo su cabeza apoyada en mi pecho.
Mirada al techo. Hasta mañana. Y una paz interior al despertar y verla allí, a mi lado.

Pero hoy no está... y vuelvo a tener insomnio.

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