miércoles, 6 de julio de 2016

Día 22. Torrevieja Zombie.

Me hice una especie de toga con la manta que me había traído Gema la noche anterior y que ni recuerdo de dónde sacó. Me acerqué a Claire y a Asun, con tranquilidad. Más que por precaución, por miedo a que se me saliese alguna costilla de su sitio después de la paliza que recibí la noche anterior.

- Explícate - le insté a Claire.
- Estoy harta de salir huyendo todo el día. Harta de este maníaco que nos podría matar en cualquier momento. Harta del miedo - se sinceró -. Me voy de aquí, y me llevaré a unos cuantos zetas por el camino.

Me quedé pensativo. Tenía toda la razón del mundo. Yo también estaba totalmente cansado y harto de huir y temer a cada segundo por mi vida.

- ¿Cuál es el plan, Claire? - contesté -. Te sigo.
- La idea es ir un centro comercial, a un Mercadona o algo así, y limpiarlo de zombies - hablaba Asun-. Después nos quedamos allí el tiempo que haga falta para reponernos, recuperarnos del todo, y coger las suficientes provisiones para salir de esta ciudad infectada.
- Me parece buen plan, vamos con vosotras.
- ¡NO! - gritó Claire -. Ese no puede venir - dijo apuntando con el dedo a Aris, que empezó a patalear y a reírse a carcajada limpia.
- No podemos dejarle aquí...
- NO. NO VIENE.

En aquel momento Claire se acercó a una ventana, la abrió y lanzó contra la primera palmera que vio. Javier intentó impedírselo, pero no pudo anteponerse a ella. Empezó a arder como por ensalmo, y pronto comenzó a propagarse.

- El tiempo empieza a agotarse - dijo Asun haciendo exactamente lo mismo que su amiga.

Mario se levantó de nuevo y se acercó a Claire. La miró directamente a los ojos, y con un movimiento brusco se giró y dijo:

- Yo conduzco.

Y le soltó una patada a Aris en la nuca que le noqueó.

- No podemos abandonarle - insistí.

Pero todos parecían de acuerdo en la situación. Gema, quizá, era la que más reparos tenía, pero siempre premiaba el instinto de supervivencia. Quizá yo, que había estado a punto de morir en innumerables ocasiones, ya no tenía tal instinto y daba palos de ciego a cada paso que daba. Mari fue de las primeras en salir y montarse en el furgón que nos había llevado hasta allí. Raúl la siguió en completo silencio. Cuando se subió al furgón, vi que escondía una pistola entre su cinturón y el pantalón que no había visto hasta ahora. Después subieron Mario, Asun y Claire, que se subió al techo del vehículo y se sentó allí. Gema se colocó junto a Asun y se abrazó a ella, mientras que Álex, Javier y yo lo veíamos todo desde abajo.

- Creo que es lo mejor - dijo Álex.
- No, tú no - le contesté yo.
- Es lo mejor - repitió, como autoconvenciéndose de que era lo correcto.

Se subió por fin en el furgón y Mario arrancó el motor.

- No voy a esperarte, hermanito - dijo.

Javier se acercó a mi lado, jamás me abandonaría, pero no me quedó claro si le parecía una buena idea lo de quedarse a cuidar a un tarado que nos había puesto en peligro tantas veces. Aún así, prefirió quedarse conmigo y acompañarme en mi locura. Sé que si fuese por él, me acompañaría hasta el fin del mundo sólo para tirar una moneda e irnos.

Claire dio una patada contra el techo, apremiando el movimiento, y me sonrió.

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