martes, 26 de julio de 2016

Día 23 (Parte II). Torrevieja Zombie

El furgón avanzaba lento pero seguro. La verdad es que todos estaban haciendo un trabajo exquisito, y poco a poco los zombies se caían hacia los lados, o eran aplastados por las ruedas. Se abrieron paso por las calles del centro de Torrevieja, cogieron velocidad, y atravesaron la calle Maria Parodi hacia el norte. Asun, aún en el techo del furgón, cogió una cajetilla de tabaco de uno de sus bolsillos, se encendió un cigarrillo, se puso otro detrás de la oreja y se tumbó para pasarle uno encendido a Mario a través de la ventanilla. Éste lo cogió y le dio una larga calada.

Álex sabía que lo que estaba haciendo era lo mejor para la supervivencia del grupo, pero no  se sentía bien haciéndolo. Estaba completamente exhausto, pero aún conservaba la energía suficiente como para que su sentido de la justicia estuviese a pleno rendimiento. Sentía que lo que habían hecho no era justo. Nada justo. Pero ya estaba hecho por el bien de la supervivencia, y lo único que quedaba era tirar para adelante, aunque fuera separados.

Claire estaba decidida con su plan. Se decidió ir al Mercadona de "aguasnuevas", fortificarlo por todos sus flancos y empezar desde ahí lo que sería un campamento provisional. Recuperarse, reponerse, aprovisionar furgones y grandes vehículos, y salir de la ciudad en busca de una zona segura real.

Raúl, Mari y Gema empezaron a hablar en la parte de atrás del furgón. Empezaron a conocerse más, ahora que tenían ocasión. Todos coincidieron en que tenían más miedo ahora que nunca. Y todos coincidieron también en que lo que habían hecho era lo mejor. A Aris, en cualquier momento, podrían cruzársele los cables y acabar lo que los zetas aún no habían podido hacer. Sin embargo, también pensaban en Javi y en mí, y en cómo les habíamos salvado la vida en varias ocasiones. Sentían como si nos hubiesen abandonado a nuestra suerte, o, lo que es peor, como si ya no tuviesen nuestra protección. Jamás entenderé cómo podían sentirse protegidos por mí, cuando lo único que hacía yo era luchar contra mi propias ganas de abandonarlo todo y rendirme.

Pero no lo hacía. Cuando dejé de abrazar a Aris sentí que se había calmado muchísimo más. Su mirada estaba más serena y relajada. Me levanté y le ayudé a ponerse en pie.

     - Hay que salir ya de aquí o acabaremos calcinados - dije empezando a movernos -. El fuego se está acercando mucho.

Javier me miró y me hizo una señal de silencio. Se oía las campanas de la iglesia.

     - Habrá que ir a ver qué es - sentenció por fin.

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