sábado, 10 de enero de 2015

Día 18 (Parte II). Torrevieja Zombie

Seguíamos disparando a todos los zombies que salían a nuestro paso. Íbamos lentos, pero los no muertos se movían aún más despacio y poco a poco les íbamos sacando ventaja. Yo tenía la visión nublada. Pensaba en Mario, y en por qué se habría ido. Me sentía un poco abandonado a mi suerte.
Gema me dio un codazo para despertarme de mi pequeño letargo. Se pasó de fuerza y era posible que me hubiese fisurado una costilla. Pero el dolor físico poco importaba en la supervivencia. Con la escopeta humeante en las manos seguí disparando sin piedad a caras conocidas y desconocidas que querían matarme. Anduvimos durante más de una hora y sólo recorrimos Ramón Gallud hasta la librería Trini. En la esquina del centro cultural Virgen del Carmen me di cuenta de que Claire y Asun parecían cansadas. Javier me propuso descansar en algún sitio alto. Miré a mi alrededor. Le habíamos sacado una ventaja considerable a la masa de zetas que nos perseguía, que se entretenía pasando entre coches y camiones que se interponían en su camino.
El Centro de la Cultural de Torrevieja fue en su tiempo un lugar bonito donde se respiraba arte y esfuerzo, donde jóvenes iban a estudiar y exponer sus obras de arte y había cursos de baile y concursos de todo tipo tras sus grandes cristaleras. Hoy no era más que unas ruinas desoladas de tristeza y oscuridad. Los cristales todos rotos. La mitad del edificio quemado por algún incendio ocasional que por suerte se extinguió solo. No vimos a nadie en su interior, y recordaba una sala en la que podíamos escondernos en el piso superior.
Estábamos a punto de entrar en el edificio cuando el pitido continuo de un camión grande apareció por entre las calles. Se acercaba rápido, y parecía que no iba a frenar conforme más se acercaba.
Era Mario. Lo supe por el pitido continuo, un tanto caótico. Apareció por una esquina conduciendo un furgón blindado muy parecido al que nos montamos días atrás. Nos vio, y vi que me sonreía, y desapareció por la esquina siguiente. Supuse que iba a dar la vuelta a la manzana. Y así fue. Volvió a hacer su entrada detrás de nosotros conduciendo a toda velocidad, y por alguna razón no paraba. Pasó a escasos metros de nosotros, saltó por las escaleras de la entrada del centro cultural y se estampó contra la entrada.
No sé qué había pasado. Vi los airbags salir despedidos por la ventana. Raúl y Javier fueron los primeros en acercarse. Yo estaba un poco en shock, pero reaccioné con el abrazo de MariÁlex se puso frente a mí y cogió mi cara entre sus manos.
- ¿Estás bien, colega? - me preguntó -. Estás blanco.
- Seguro que aquí palma alguien - contestó Aris haciendo burla.
Pero lo que no sabía Aris es que eso era precisamente lo que creía que iba a pasar y por lo que me quedé en blanco. Y el tiempo me dio la razón.

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