miércoles, 8 de abril de 2015

Día 20 (EDICIÓN ESPECIAL, Parte I). Torrevieja Zombie.

Nadie quiere morir. Pero en ocasiones es una inevitable consecuencia de la vida. Amanecía el día 20. El día anterior nos lo habíamos pasado mirándonos a las caras y con el sentimiento de ausencia. Claire y Gema habían sucumbido a los brazos de Morfeo a altas horas de la madrugada, pero por mi parte, permanecí en la más oscura vigilia. No por miedo a un ataque de los zetas, ni por miedo a una nueva ida de olla de Aris. Más bien por miedo a la nada. Había perdido todo. Y ahora me estaba dando cuenta de ello.

Ni siquiera tenía noticias de cómo había pasado todo esto. Eran ya veinte días los que habían pasado desde que Javi y yo nos refugiamos en la azotea del Carrefour. Y no teníamos aún idea de qué estaba sucediendo. Sólo nos movíamos por nuestro instinto de supervivencia, que nos gritaba que corriéramos y matásemos a esos seres que querían devorarnos.

¿Pero qué eran? ¿Qué estaba sucediendo? Me limité a pensar en todas los libros que había leído sobre Zombies. En todas las series de televisión y películas. Y sentí la burla del destino al hacer realidad los pensamientos oscuros de escritores y guionistas.

Y me dispuse a divagar. ¿Y si aquellas cosas a lo que llamábamos zombies eran muertos que aún tenían activo sus instintos más primarios, obedeciendo impulsos de su cerebro reptiliano, que les dice que cualquier cosa que se moviese era comida? En algún lugar había leído que hay especies de hongos que invaden un medio y toman total control de él, ofreciendo una simbiosis un tanto macabra, ¿y si estaba sucediendo esto? ¿Y si no era más que el siguiente paso de la evolución en el que el ser humano había estudiado la frontera de la muerte y podía vivir aún después de cruzarla? Por otro lado, también pensé en si esto era realmente un apocalipsis, una purga de algún Dios avergonzado del mundo.

Seguía oliendo a gasolina en el recinto, pero mi mente estaba desactivada después de estar toda la noche pensando. Aris salió de uno de los despachos del Centro Cultural y dio taconazos en el suelo para despertarnos. Claire y Gema se despertaron. Eran lo único que me quedaba.

La noche anterior también fue un calvario de emociones. Me sentía culpable de no haber sabido proteger a todo el grupo que se había unido a mí. Había perdido a Javier, que me había salvado la vida en numerosas ocasiones, y eso sin contar las del apocalipsis; mi hermano Mario, que había sobrevivido solo durante una semana o dos; Raúl, no sólo de los mejores profesores que te puedes encontrar, sino también de las mejores personas; la sonrisa eterna de Mari, que te alegra un día gris y oscuro; Asun, siempre con un Malboro en los labios y una fortaleza en la espalda que nos suministraba a todos; Álex y su valentía y capacidad de estrategia. Lo había perdido todo, y lloraba y reía a partes iguales. Sólo recuerdos.

Claire se levantó con los ojos rojos. Quizá había llorado a escondidas sin darme cuenta, quizá había llorado en sueños. Pero Gema se levantó con una sonrisa. De esas que resplandecen y brillan más que el sol. Me extrañé, pero me guardé la pregunta hasta que Aris no estuviese delante.

- Nos vamos hoy - dijo Aris -. Ya he cargado de gasolina el furgón de abajo.

Ni siquiera quise preguntarle de dónde había sacado la gasolina. Me limité a asentir con la cabeza y a mantenerme cabizbajo sin poder hacer nada. Era él quien tenía el arma siempre apuntándonos, y no iba a arriesgar más vidas por hacerme un héroe que, sinceramente, ni era ni tenía ganas de ser.

- Buscad provisiones por esta planta - continuó Aris -. Os espero en el hall de abajo.

Desapareció por las escaleras. Rápidamente Claire y yo miramos a Gema y le preguntamos con la mirada. Ella se limitó a sonreír. Tenía la imagen del personaje femenino de cualquier anime cuando sonríe porque las cosas están saliendo bien.

- Están vivos - dijo por fin.

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