martes, 14 de julio de 2015

Crónica de un joven parado.

¡Ah!, estás fresco y con fuerza. Sales de estudiar con ganas de comerte el mundo. Da igual que hayas salido de una formación profesional o de una carrera universitaria (cosa que por cierto jamás he entendido por qué se llama así, si lo importante no es llegar el primero, como en las carreras de coches). En definitiva sales de muchos años de estudiar y reventarte los codos y el seso en aprender una profesión que, en el mejor de los casos, te apasiona, y en el peor, te ha costado aprender. Lo importante es que tienes unos conocimientos dentro de tu cerebro rebotando de neurona en neurona sin cansancio y con ganas de salir al exterior para ponerse en práctica.

Preparas tu mejor sonrisa, una brillante. Intentas que sea una sonrisa profesional que diga "mírame, contrátame, soy una persona graciosa con ganas de trabajar de la que puedes estar orgulloso". Te pones tus mejores atuendos para salir en la foto que irá sobreimpresa en el Currículum Vitae que has preparado entre nervios y risas. Quizá alguien te ha dado algunos consejos para la creación de tu primer CV, pero tú intentas darle un toque personal para que se fijen en ti. Y sólo en tí.

La primera vez que pisas la calle con tu carpeta azul llena de currículos con tu cara sonriente tanto en el cv como en el rostro está a punto de empezar el verano. ¡BIEN! Más posibilidades de que te contraten. Empiezas a andar con pasos firmes y te recorres las calles yendo primero a aquellos lugares que tienen que ver con lo que has estudiado. 

Pasa el verano. Y no te han llamado para trabajar en ningún sitio. Te han llamado para hacer alguna entrevista de trabajo, pero empiezas a darte cuenta de que cuando la entrevista termina con un "ya te llamaremos" algo ha ido mal. Sigues ilusionado, "sólo es un verano", ya habrá suerte en Septiembre.

Llega Septiembre y Octubre con sus hojas crujientes de árboles por el suelo. Sigues saliendo a la calle con una sonrisa. Nada puede contigo. Tienes ganas de trabajar y toda la fuerza y vitalidad que de una persona joven se espera. Te esfuerzas en encontrar algún sitio nuevo que aún no se te ha ocurrido. Llamas a conocidos que pueden hacerte el favor de mover tu cv por algún lugar nuevo. Viajas a otras ciudades cercanas para volver a patear calles y a sonreír a desconocidos que ya están trabajando mientras dices "me gustaría dejarte mi currículum", "tengo muchas ganas de trabajar, te dejo mi información aquí" o "si necesitáis a alguien, contad conmigo, os dejo mi currículo". 

El otoño se marcha con el calor, y llega el frío. Piensas que en invierno es posible que te llame alguien para cubrir algunas vacaciones. Ya estás buscando trabajo en cualquier sitio, ya te da igual que esté o no relacionado con tus estudios. Te llaman para hacer entrevistas, te vistes de tus mejores galas, dientes para una sonrisa perfecta incluidos. Pero hay algo de los que no te puedes vestir. 

La experiencia.

La inmensa mayoría de los entrevistadores que te han frito a preguntas te hacen la siguiente: "veo que no has trabajado antes, ¿tienes experiencia?". Y tú lo único que puedes contestar es con la verdad, "no", seguido de un "pero tengo muchas ganas de comenzar a trabajar, aprendo rápido y soy muy trabajador", que también es verdad, pero que al añadirlo casi de manera desesperada suena a mentira y hace aguas por todos los poros. Intentas mantener el sudor dentro de la piel mientras sostienes la mirada profesional y metódica que tanto has ensayado con el entrevistador.

Pero siguen sin llamarte para trabajar. Y tú necesitas tu curro.

"Eres aún muy joven", te dices a ti mismo. Alguien te llamará. La dependencia con teléfono móvil empieza a ser importante. Necesitas tenerlo siempre a la vista y con sonido por si cae esa breva y alguien te llamara para un puesto de trabajo. Siempre hay una posibilidad.

A estas alturas estás en el más absoluto aburrimiento. Te das cuenta de que necesitas hacer algo ya cuando te sabes toda la programación de la televisión y la vida de todas los personajes de los reality shows que emiten. Te deprimes pensando que estarías muy bien trabajando y no tragándote esa miseria de televisión que ni siguiera te gusta.

Así que decides poner papeles de por medio que no sean los currículos. Volver a estudiar. Dicen que si no estás trabajando lo mejor es formarte en algo nuevo o aumentar los conocimientos que ya tienes. Así que decides ponerte de nuevo el traje de estudiante y volver a acudir a clase todos los días. Una formación profesional es lo más adecuado, piensas. Es barato (te está haciendo falta ya el dinero y hay que ahorrar incluso en tus estudios) y da una salida profesional muy buena y directa. "¡Vamos a ello! Puedo estudiar y seguir buscando trabajo al mismo tiempo".

El primer día de clase sientes que has dado un pequeño paso hacia abajo en la escalera de la vida, dicho poéticamente. Pero te sientes bien y con ganas de hacer algo. Pones todos tus esfuerzos en la nueva profesión que estás estudiando y, con suerte, descubres que te gusta muchísimo. Haces las prácticas en una empresa colaboradora como si de un trabajo se tratase. Te da fuerzas y te sientes vivo yendo todos los días a "trabajar". "Ojalá me cogieran después de terminar las prácticas".

Pero el curro está muy mal últimamente. Terminas tus estudios con buena o mejor nota. Pero no te llaman de ningún sitio, ni siquiera de tu puesto de prácticas. Sientes falsamente que has perdido un poco el tiempo y te estás haciendo mayor a lo tonto. Te has gastado una fortuna en papel y tinta para los currículos y nada ha servido. Sigues saliendo a la calle a repartir tus datos personales con trabajadores y jefes que no conoces, pero ya cuesta muchísimo más patearse las calles con pasos firmes y con una sonrisa encantadora en la boca. En cambio, arrastras tu cuerpo con la esperanza de que alguien necesite gente como tú para cubrir un puesto vacante. Y te sientes como un conductor que intenta aparcar su coche y da vueltas por todas las calles y manzanas hasta que alguien sale y deja libre su plaza.

Sigue pasando el tiempo.  No sabes cómo conseguir experiencia para trabajar si no te dan trabajo para ganar experiencia. Empiezas a caerte en un pozo laboral en el que rebotan con eco sordo las palabras "experiencia", "demasiado joven", "ya te llamaremos" y "sigue buscando". Te empiezas a preguntar si eres tú el que lo está haciendo mal, si eres tú el problema. Quizá no te llaman porque no eres bueno y no te ven capacitado.

Te cuesta levantarte de la cama. Haces ejercicio para intentar mantenerte en forma. Pero te empieza a dar un poco igual tu imagen en el espejo. Te arreglas para salir a buscar trabajo y que no te vean hecho polvo, claro. Pero cuando llegas a casa... pufff... "no tengo sitio a donde ir, para qué voy a peinarme".

Para colmo, quizá tengas algún amigo que ha tenido suerte y ha encontrado trabajo. "¿Por qué él sí y yo no? ¿Qué tiene él que no tenga yo?" Descubres que tienes envida, pero te alegras por él en el fondo. Ha dejado de ser una de las personas que engrosan el 50% de la tasa de empleo juvenil.

Te llaman de algún sitio para trabajar durante dos días. Te animas y recobras energía perdida. Y renuevas esperanza. Pero son eso. Dos días. Y luego la nada. Y vuelta a empezar. Te preguntas si dos días cuenta como experiencia laboral. Sonríes, porque ya te hace gracia todo. Pero por dentro estás preguntándote si tienes o no que ponerlo en el currículo. "Supongo que cualquier experiencia vale, ¿no?... pero... ¿y si piensan que sólo he estado dos días porque soy mal trabajador?". Te la juegas y al final acabas poniéndolo en el currículo. CV aprendido de memoria hasta la última coma. Cambias la foto, te has hecho un poco más mayor y la nueva foto pareces aún más profesional y maduro. Te cuesta un poco esa sonrisa brillante del principio, pero la sacas. Porque sabes que dentro de ti sigue ese chaval joven con ganas de trabajar y que es un adicto a aprender nuevas cosas.

Sigues estudiando y quizá pasan más años. Tienes una presión en el pecho y una frustración que te pone irritable y contestón. Es posible incluso que pierdas algunos amigos por ello. Te tratas de relajar y darte esperanzas todos los días para levantarte de la cama. Pero "es que han pasado cuatro años desde que empecé a buscar trabajo activamente y aún no he hecho nada relevante". Empiezas a cansarte de sostener una sonrisa a personas que van a cogerte el currículo y van a tirarlo directamente a la basura, a personas que te entrevistan, a personas que son tus jefes por dos o tres días. Empiezas a cansarte de sonreír a la persona que te mira en el espejo.

Pero hay algo que te hace levantarte de la cama todos los días y buscar en tus bajos fondos la vitalidad que necesitas. Quizá sea la familia, los amigos o quizá seas tú mismo. Pero te levantas, imprimes más CV con tu foto tamaño carnet sonriendo. Coges el pomo de la puerta y te dices a ti mismo que hoy será el día en el que te llamarán.

Sabes que tarde o temprano alguien te llamará para trabajar. Que eres buen trabajador, muy bueno en lo que has estudiado, competente y organizado, con ganas de aprender una profesión u oficio nuevo. Y mientras esperas, te sientas en el ordenador, cansado y sudado después de llegar de repartir por enésimo día un A4 impreso por cinco céntimos por toda la ciudad, y empiezas a escribir un blog titulado "Crónica de un joven parado".

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