domingo, 5 de julio de 2015

Día 20 (EDICIÓN ESPECIAL, Parte IV). Torrevieja Zombie.

Aris conduciendo en mitad de una jauría hambrienta de zetas era algo digno de ver. No tenía ni la piedad ni las ganas de esquivar, y atropellaba cuantas cabezas fueran necesarias. Salimos por la calle Ramón Gallud y la cruzamos hasta Caballero de Rodas, Llegamos esquivando un camión de Correos hasta el Monroe's. Estaba cerrado a cal y canto, rejas rojas abajo como si estuviese cerrado. No podría haber nadie dentro. La tienda de Toner10 había ardido hasta cenizas, y un reguero de sangre conducía a su interior. Nada bueno había dentro.

- Ella no está aquí - dijo Aris.

Me acomodé en uno de los asientos de copiloto y me miré la herida mientras Aris seguía conduciendo a un destino que sólo él conocía. Por suerte para mí, la bala había atravesado el lateral de mi pierna y había salido por el otro lado, y mis conocimientos básicos de enfermería eran suficientes para curar la herida. Tomé algunos antibióticos que aún nos quedaban de la vez que atracamos el hospital Quirón, y respiré un poco más tranquilo.

- ¿A dónde vamos, tío? - preguntó Álex poniéndole una mano en el hombro a Aris -. Tenemos que pensar en cada uno de nuestros movimientos -. La voz sensata y calmada de Álex me tranquilizó aún más. Estaba claro que yo no sabía tratar a Aris, y era él ahora quien lo intentaba.

Raúl miraba por la ventana absorto mientras escuchaba la conversación. Atravesábamos la calle Caballero de Rodas dirección oeste. Pasamos a toda prisa por la iglesia de la Inmaculada, de donde salía una jauría de zetas y el sonido de la campana tañía. Ninguno de nosotros pensamos en aquel momento que quizá era la llamada de auxilio de otros supervivientes. Estábamos demasiado cansados para ello.

Giramos a la izquierda por Patricio Pérez, y llegamos al Paseo Vista Alegre. Estaba especialmente vacío, sólo un par de zombies rezagados recorrían la acera hacia nosotros al oírnos llegar. Aris sorteó como pudo el Parking, y se metió por la calle de la oficina de Turismo de Torrevieja. Paró. Y se bajó del furgón.

Me bajé con él y con Álex. Anduvimos dos metros hasta la barandilla que da vistas al Puerto. Por primera vez alcé la vista al mar. Ni un solo barco en el muelle. Ni un solo barco atado o abandonado. Ni un solo barco que poder utilizar para escapar de la tierra hostil. Comprendí al instante la idea de Aris, pero le había salido el tiro por la culata.

El furgón se abrió desde dentro. Claire y Asun bajaron de un salto y se pusieron a mi lado.

- ¿Cómo va esa pierna? - me preguntó Asun.
- Mejor que nuestras posibilidades - me sinceré.

Aris se derrumbó. Se arrodilló junto a la barandilla, en la misma posición en la que lo había visto por primera vez en aquella tienda de al lado de mi casa. Se cerró en sí mismo.

- ¿Qué hacemos? - dijo Mario. Habían bajado ya todos del furgón.

- Está anocheciendo - dije -. Nos quedamos en el Club Náutico esta noche, y mañana buscamos un barco o un bote, nos moveremos más rápido y mejor.

Aris me miró a los ojos, y pude ver que me lo agradecía con las pupilas.


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