Perdido. Bajo un manto de nieve que entumece mis músculos,
apaga mi respiración y congela mi llanto. Y un nudo en la garganta. Que no me
deja respirar, que me mantiene aquí quieto sin poder salir de un agujero que he
cavado, pero en el que nunca quise entrar. Y no sé por qué. Y lo único que me
alivia, a veces, es explotar en incontrolado lloro; pues sentirme presa del
lobo me enloquece, sentirme el raro al abrir los brazos cuando el viento mece,
me estremece. Y un nudo en la garganta.
Que aprieta mis gritos, y agrieta mi coraza que me mantiene al margen,
sintiéndome un cobarde por no hacer lo que todos hacen, y abastece mi
ignorancia, y mi arrogancia decrece. Y me siento insignificante con un nudo en
la garganta.
¡Pero ya no! Me miro las manos y siento que algo me hace
único y especial. Mi huella dactilar me hace único en esta ciudad que me agita
como mota de polvo. En nuestros dedos tenemos una prueba de oro de que somos
únicos, que no necesitamos público, que allí donde vayamos dejaremos una marca
de identidad, que ni el tiempo ni cualquier estúpido podrá borrar.
Es entonces cuando pienso que nuestra mente es un arma de
doble filo. Aprende, razona, evoluciona. Pero también te mantiene en vilo y te
hace dudar de cuál es tu sitio, y te adentra en un estado depresivo que no
sabes si vas a superar. Pero lo haces, porque el tiempo a veces juega a tu
favor, porque el nudo en la garganta se desata, y te sientes limpio, humano, el
centro de tu universo, más vivo y con más razón. El tiempo pasa y el dolor
mengua, y empiezas a darte cuenta de que necesitabas tu momento de angustia, de
que estabas en deuda contigo mismo, que te debías cuidarte, y fue cuando no
sentías ni los sabores en tu lengua cuando diste el paso adelante en el camino,
y aprendiste a valorarte a ti mismo. A mimarte. A llorar cuando lo necesitabas
y a reír cuanto más podías. A hacer lo que necesitas. Ya no hay coraza ni
agujero en el suelo, ni arrogancia, ni ignorancia. Tan solo vida.
Y de repente te sorprende que cuanto más vivo te sientes,
cuanto más fiel a ti mismo eres, descubres a gente que piensa igual que tú. Y
te abres a conocer el mundo gris que creías apagado y lo conviertes en un arcoíris
sin fin del que ya no puedes desprenderte.
Y entonces sonríes. Y el nudo en la garganta desaparece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario