miércoles, 15 de octubre de 2014

Día 13 (Parte I). Torrevieja Zombie.

Para llegar a la Avenida Habaneras conduje hasta la playa. Vimos el mar en calma de la playa de los locos. La carretera estaba extrañamente vacía de coches, y lo atribuí a que las personas de esta zona de Torrevieja habían tenido tiempo suficiente para coger el coche e intentar escapar. Espero que lo consiguiesen, pero muy en el fondo de mis pensamientos sé que no.
Continuamos por la avenida esquivando a zombies que salían de todas las calles al paso del ruido del motor del camión. No había pensado bien el plan. Muy propio de mí. Cruzamos la calle Bergantín, calle en la que antes vivía y que me trajo unos recuerdos ya olvidados, y frené en la entrada a la calle Arquitecto Larramendi. A nuestra derecha, la oficina de la Policía Local.
Nos rodeaban unos 25 zetas. Estaba claro que era peligroso adentrarse en una calle tan estrecha con el camión de bomberos, y mucho más atreverse a bajar de la cabina. Pero algo había que hacer.
- ¿Qué tal si usamos esto? - dijo Claire con un hacha en la mano y una sonrisa en el rostro.
- Si no hubiéseis gastado todos los cócteles Molotov ahora podríamos hacer algo - explicó Gema.
- Teníamos que hacerlo - respondió Asun -. De no haberlos gastado no estaríais aquí - encaró.
- Estaríamos en un camión mucho más seguro que esto.
- Sí, pero sin esto - volvió a decir Claire enseñando el hacha.
Yo dejaba que todo el mundo discutiese. Me fijé en el dato de que estábamos en un camión de bomberos. Cierto era que no podíamos pasar por encima de tantos zombies como antes. Y mucho peor... no había comprobado los niveles de gasolina.
Estábamos en reserva.
No sé para cuánto nos daría, pero estábamos bien jodidos. Si no hacíamos nada pronto se nos acabaría la gasolina y nos quedaríamos tirados como en una isla, rodeados de la nada. Solo que la nada eran cientos de zombies que te aseguraban un viaje directo a ultratumba. Empecé por parar el motor del camión.
- ¿Qué plan tienes? - me preguntó Javier alzando la cabeza.
- Tenemos que conseguir algo con lo que defendernos.
Bajé la ventanilla. El camión era lo suficientemente alto como para que los no muertos no llegasen con sus fríos brazos a la ventanilla. El ruido de bocas masticando el aire, gruñidos y jadeos; el olor a podredumbre y descomposición; y el sabor a muerte entraron por la ventana para instalarse en nuestros oídos, pulmones y lengua como un cáncer. Sin pensarlo dos veces saqué medio cuerpo por la ventanilla y me aupé sobre la cabina. Desde allí tuve una mejor visión de lo magnífico que era poder contar con un camión de bomberos en una situación de supervivencia como esta. Teníamos una escalera.
Me tumbé en el techo y me asomé por la ventanilla. Mari se había sentado en el asiento del conductor, así que le pedí que entrase en la calle y se colocase justo en frente de la comisaría.
- Despacio Mari pos Hita, que Adri está arriba y no queremos que se caiga - suplicó Javi.
A veces me parecía mi ángel de la guarda.
El camión giró sin problema y yo pude colocar la escalera mecánica con ayuda de los mandos sobre la ventana de encima de la Policía. Aunque era el mismo edificio, no parecía que perteneciese a la oficina. Me agaché de nuevo para asomar mi cabeza por la ventanilla.
- Si no he vuelto en media hora, idos.
- No digas gilipolleces Adrián - me cortó Javi -. Voy contigo
- ¡No! - fui tajante -. Tú llevarás el camión a una gasolinera en media hora si no he vuelto, ¿lo has entendido?
Javi lo entendió, pero Mari no. Ella me dio una bofetada en la cara que me dejó la visión nublada y el ánimo en el suelo.
- Él va contigo - finalizó Mari -. Y esperamos a que volváis.
Javi salió por la ventanilla y subió conmigo al techo.
Si hubiese sabido lo que pasaría tras aquella discusión nunca habría cedido a éste nuevo plan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario