martes, 28 de octubre de 2014

Día 16 (Parte II). Torrevieja Zombie.

- ¿Cómo? - pregunté perplejo.
Pero Asun y Claire tenían una sonrisa implacable en la cara. Miré también a mi hermano y su cara era seria. Decidida. Efectivamente, pretendían salir de caza.
- Vamos a ir al taller de Álex - explicó Mario -. Si no Alex y Rober no están allí supongo que habrán ido a buscar a mamá al no encontrarnos a nosotros.
- No me parece bien, Mario - contesté -. Es demasiado peligroso salir ahí fuera a enfrentarnos a una fuerza que nos supera.
Mario pareció enfadarse.
- ¿Y qué quieres que hagamos? ¿Quedarnos aquí pudriéndonos hasta que muramos igualmente?
- Podemos pensar. Ya se nos ocurrirá algo.
Pero no había nada de qué convencer. Estaban seguros de que irían de caza, y no habría alternativa. Claire y Asun empezaron a poner armas encima de la mesa. Estaban como encantadas por la situación. Y aún hoy no sé qué se les pasaba por la cabeza, pero era tenebroso y terrorífico a partes iguales.
Gema estaba sentada en el sofá con las rodillas en la cara y los brazos rodeándolas.
- Pequeño... no les permitas hacerlo - dijo preocupada -. Morirán
- ¿Y qué quieres que haga?
En ese momento Mari apareció por la puerta. Tenía en la mano el teléfono móvil. En su mirada podía ver algo parecido a la esperanza, pero mezclado con una pizca de realidad y dolor. Había recibido una llamada hacía dos horas, y no había podido darse cuenta de quién era. Me enseñó el teléfono. Deslicé la barra de herramientas superior y pulsé el telefonito verde que indicaba la llamada perdida para saber quién era.
"1 llamada perdida de Gerardo"
- ¡Nos vamos a por esos hijos de puta! - gritó Asun.
- Adrián... - se me acercó Javier por detrás -. Tenemos un pequeño problema.
- Si sólo tuviésemos un problema te besaría ahora mismo, Javi.
- Tienes que ver esto.
Me llevó a la que fue la habitación de mi hermano. Raúl estaba tumbado en la cama. Estaba dormido y sudaba como un condenado en el infierno. Tiritaba y en ocasiones sacudía tan fuerte el cuerpo como si le estuviese dando un ataque epiléptico que botaba en la cama.
Javi se acercó a él y le subió la pernera del pantalón. Y allí estaba, como si el mal se hubiese adentrado en mi propia casa a través de la pierna de mi antiguo profesor de inglés.
Raúl tenía en el gemelo derecho una mordedura de 15 centímetros con sangre coagulada pero que aún supuraba.

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