miércoles, 15 de octubre de 2014

Día 13 (Parte II). Torrevieja Zombie.

Entramos por la ventana como si entraran dos ladrones. No queríamos hacer absolutamente nada de ruido, y cualquier paso en falso nos hacía peligrar. Nos estábamos jugando la vida para conseguir armas de fuego con la que defendernos. Y cada vez estaba más seguro de que no tendríamos esa suerte.
Corrimos la ventana que por suerte estaba abierta. Entré yo primero con los pies de seda. El piso parecía completamente vacío. Era un piso normal, de probablemente unas personas mayores, pues la decoración era exactamente igual a la de la casa de mi abuela. Me escurrí por todas las habitaciones comprobando que estaba vacía. Respiré aliviado. Javier me seguía cubríendome las espaldas. En realidad sólo podría avisarme si algo pasaba. Sólo teníamos un arma, el hacha, y la llevaba pegada al pecho como si fuese mi salvavidas.
En el piso, por suerte, no había nada que nos pusiese en peligro. De todas formas fui previsor y aseguré la vía de escape. Corrimos todos los muebles que había en medio de la ventana por la que habíamos entrado y dejamos vía libre.
Abrimos la puerta de la entrada al piso. Supuse que la escalera daría a la oficina de policía. Bajamos pendientes de cada sonido. Yo no sé qué oiría Javi, pero yo sólo escuchaba los latidos frenéticos de mi corazón gritando que saliese por patas y dejase toda aquella tontería atrás. Efectivamente, la planta baja tenía una puerta con el letrero de Policía Local. Probé el picaporte y estaba cerrado. Teníamos que echar la puerta abajo y eso haría ruido, lo que atraería ciertos indeseables no muertos que no queríamos bajo ninguna circunstancia.
Estuve pensando en un plan. Pero no había otra solución más que la que teníamos enfrente. Le dije a Javi que se parapetase en la escalera, y que ante cualquier problema saliese corriendo por la ventana. Yo iría tras él. Me acerqué a la puerta y con todas mis ganas le di un hachazo al picaporte. Saltó por los aires, pero no había calculado que el hacha se quedaría encajada en la madera. Di una patada a la puerta y cedió hacia dentro, hacha incluida. Corrí hacia Javi y esperé agachado en la escalera esperando ver a cualquier no muerto salir por la puerta de la policía. Pero pasaron 10 interminables minutos y no hubo más que el silencio. Javi y yo nos miramos y decidimos a entrar. Pasé por debajo del marco de la puerta y entonces noté el silbido metálico y una quemazón cada vez más.
El sonido del percutor y de la bala rompiendo el aire e impactando contra mi hombro los oí después en sueños.

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